miércoles, 7 de enero de 2009

Jbel Toubkal, una pedrera en el Atlas



El Jbel Toubkal, con sus 4.167 metros, es la cima más alta de África del Norte. Creo que es la cumbre más espectacular de Marruecos, dentro del mayor desierto del mundo, el Sahara, a 200 kilómetros de la costa, este macizo montañoso de origen volcánico, denominado Ahaggar por los Tuareg.

He sentido una enorme satisfacción al pisar la cumbre más alta del Atlas, espero repetirla en invierno o en primavera, no hay que olvidar que es algo más de cuatro mil metros y se notan tanto en el mal de altura en montaña, como en la fatiga, en que las rampas y pedreras son bastante fuertes, o en el intenso frío que se siente al hacer cumbre. El viaje comenzó en Marrakech, ciudad capaz de sorprender a cualquiera de muy grata manera a pesar del caos circulatorio y de la impresionante diferencia de clases que sufre. Vivir un día y una noche la vida de esa increíble plaza de Jemaa El Fna es una experiencia única. El ambiente nocturno, la música de los timbales y yembés rodeándote y la alegría que te envuelve hace de la noche en esta ciudad un lugar irrepetible. La misma sensación te invade al pasar una noche en el famoso Hotel Ali, donde se respira un ambiente mochilero único y donde si no tienes mucha idea de cómo organizarte una expedición por el Atlas o hacia el Toubkal, puedes tener seguro que encontrarás la ayuda necesaria. Allí contacté con el guía con el que subí al Toubkal, y puedo decir que por 140 € del año 2006, no se puede pedir más: taxi desde Marrakech a Imlil, ida y vuelta (70 kilómetros), guía durante dos días, una mula y un mulero (que para ellos es fundamental por todo lo que llevan), el pago del refugio y la comida, agua, cenas, desayunos y té de los dos días. ¡Ojo!, se ofenden si intentas llevar tú algo, ellos se encargan de todo, no te dejan ni que les ayudes; a veces piensas que más que un guía llevas un mayordomo.

Comenzamos la subida a las seis de la mañana en un taxi desde Marrakech a Imlil por la carretera de Tahanaoute con parada en los mercados de Asni para comprar la comida que el guía necesitaba y que, por supuesto ya estaban incluidas en lo ya pagado. Llegamos a Imlil, pueblo dedicado casi íntegramente al Atlas. Si lo deseas, en lugar de contactar con los guías en Marrakech puedes hacerlo desde aquí directamente e inclusive se pueden contratar por Internet. Más sorpresas en Imlil, aldea sin nada de nada: hay dos cibercafés y todos los guías tienen su propio correo electrónico.

Si se hace el viaje en coche propio hay que tener en cuenta que en estas carreteras no suelen caber dos, por lo que ambos se salen un poco de la carretera. Al llegar a Imlil se puede dejar el coche en la plaza (lo llaman 'parking'), donde hay un guarda que duerme en su coche y que te cobra unos pocos dirhams al día por cuidártelo. Y comenzamos la aproximación al refugio Louis Neltner desde Imlil (1.740 mts). El sendero, al principio, es una polvorienta pista por la que sube algún automóvil hasta el pueblecito de Amroud, a unos mil novecientos metros de altitud. La vista hacia el sur es magnífica, distinguiéndose las numerosas aldeas que se alzan en las cercanías de Imlil; al fondo, las montañas donde están las pistas de esquí de Oukaimeden. Fue en Amroud donde el guía me dio la primera sorpresa: me invitó a pasar a su casa donde me prepararon un té a la menta magnífico y una ración de farina, una mezcla de higos y todo tipo de dátiles en polvo. Fantástico, como admirable es la maravillosa cultura familiar que tienen, se entiende que asuman la falta de medios económicos que, desde luego, no echan en falta por la increíble unión familiar de todos ellos.

A partir de Amroud el camino desciende un poco hasta un muy amplio cauce de piedras de un río por el que baja un hilillo de agua en verano pero que debe ser impresionante en época de lluvias fuertes. Al pasar las últimas casas de Amroud comienza la subida a la izquierda por un camino muy bien marcado; no tiene pérdida porque a cien metros (lineales, no de altura) veremos un gran pozo de agua y sus canalizaciones. 

Ascenderemos progresivamente hasta llegar a una aldea bereber llamada Sidi Chamarouch (a unos 2.300 metros de altura) y que se distingue por tener en el centro una enorme piedra pintada de blanco. 

Históricamente es un lugar de peregrinación, aunque hoy en día es un pequeño mercadillo de recuerdos (alfombras y otros objetos artesanales) que pueden salirte, si no tienes mucho cuidado, más caros que en el propio mercadillo de Marrakech. Hay algo sorprendente: ellos no tienen acceso a poder comprar equipo de montaña, guantes, cortavientos, crampones, etcétera, por lo que te piden el trueque al cambio; hay gente que se paga todos los recuerdos con prendas usadas que desea tirar y que al descenso lo cambia una vez pactado en el ascenso consiguiendo así aminorar el peso de la vuelta.

Aquí tuve mi segunda sorpresa con el guía: mientras que miraba las tiendecitas me preparó un suculento cuscús y allí mismo comí fenomenalmente, en mesa y caliente. Saliendo de Sidi Chamarouch comienza una fuerte subida en zigzag aproximadamente a la mitad del trayecto. A partir de aquí el camino va ganando altura siguiendo unas veces más cerca y otras más separado el riachuelo que dejamos en Sidi Chamarouch y que nace en una pequeña cascada pasando cien metros del refugio Neltner del Toubkal (3.207 metros), al que se llega sin pérdida por el camino, que está muy marcado. Lo primero que sorprende del refugio es la cantidad de tiendas de campaña que hay a su alrededor, y que siempre te encuentres con las típicas jaimas magrebíes de las excursiones de treking alrededor del Atlas y, además, puedes llevarte la sorpresa de encontrar un grupo de malagueñas haciendo dicho treking que, desde luego, pusieron la nota de alegría en la noche del refugio.


El refugio me llamó la atención por su gran limpieza, en las habitaciones, en los baños, en las duchas... Está perfectamente equipado aunque sorprende que no tiene cobertores en las camas, por lo que es obligado llevar saco. En mi caso no lo llevaba, pero, ¡oh sorpresa!, el guía también había pensado en eso y en la mula llevaba uno adicional para mí. A las 4:30 de la mañana me dijo el guía que tendríamos que salir. La verdad es que me pareció muy pronto y cuando me levanté vi que el resto de los guías ya estaban haciendo los desayunos a los expedicionarios y entonces me di cuenta del porqué de la hora, ¡estamos en Ramadán! y ellos no pueden comer ni beber a partir de que despunte el alba.  Desayunamos y arrancamos con los frontales encendidos, por detrás del refugio donde encontramos la pequeña cascada donde nace el río que baja hasta Sidi Chamarouch y donde empieza una subida muy empinada y que, al tiempo, es un gran canchal, pero la verdad es que la subida hasta el pico no representa ninguna dificultad técnica, simplemente pedreras de todos los tipos y tamaños, muy resbaladizas y muy empinadas. Lo que más sorprende son los enormes hitos que marcan el sendero y que en unos casos están muy juntos y en otros no los ves desde uno al siguiente, pero el camino está muy bien pateado y en verano se ve sin problemas. Enseguida vemos el collado Tizi n'Toubkal, de 3.971 metros. Y a la derecha vemos al Toubkal Oeste, de 4.030 metros, también llamado el Toubkal pequeño, una cima en la que, vista desde el Toubkal, se distinguen tres senderos de gente que ha hecho su muy fácil subida y que, desde luego, no merece la pena, ya que lo que se ve desde allí ya lo ves desde el Toubkal grande.

Siguiendo el camino a la izquierda vemos la impresionante imagen del Jbel Toubkal desde la cara norte, muy aérea. Seguimos el camino ya con un fortísimo viento y sólo con esa dificultad, (además de la que representa en sí la altura, que se nota de verdad y tienes que ir parándote de vez en cuando y desde luego andando más despacio de lo normal), cumbreamos el Jbel Toubkal, de 4.167 metros. Desde el refugio hemos tardado tres horas y media. Arriba es increíble, un artefacto horrible en forma de cono metálico con los nombres de algunos de los que han subido no consigue desmerecer la impresionante vista del Atlas a todos los lados.

Tuve un fantástico día de sol y mirases hacia donde mirases te quedabas impresionado de la magnitud que en cada montaña te encuentras. Sólo el terrible viento helado te hacía pensar en comenzar la bajada. Por hacernos una idea, Imlil está a 1.740 metros de altura y se distinguía desde la cumbre, increíble.

La bajado, por supuesto, por el mismo sitio, ya que el guía me indicó que podíamos bajar por una cresta más difícil pero muy bonita, que al final terminaba en el mismo camino pero que no lo aconsejaba en un día con tanto viento. Así que ¡hala! pedreras resbaladizas para abajo para en la misma jornada descender 2.500 metros, desde la cumbre hasta Imlil. Casi ocho horas de descenso y sufrimiento de los cuádriceps.

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